Cuando una pareja se une, se unen dos sistemas familiares, cada uno de ellos con su trayectoria particular, cimentada con sucesos y vivencias que se convierten en lealtades, (a veces no visibles) a sus orígenes.
Cada asunto no encauzado emocionalmente hacia la liberación se convierte en carga enquistada que alguien del sistema o del árbol tomará con afán de resolverlo.
En la pareja, uno proyecta en el otro todo aquello que no fue solucionado en su sistema. Cuando se nos repiten las mismas dinámicas con varias parejas, debemos de plantearnos;
¿dónde retengo mi vida?, ¿Dónde tengo mi energía retenida que no está disponible para la pareja?
Nacimiento del niño, llegada al sistema.
De esta unión de pareja nace el niño, su llegada y su gestación debería de ser lo más amorosa posible para un desarrollo armonioso e integración en el sistema.
El primer impulso del recién nacido es el acercamiento a la madre, por ser la figura principal de su existencia;
Durante la gestación, el bebé está en fusión con la mamá y se cree un trocito de ella, por lo que , a su nacimiento busca ser acogido por su regazo.
El mayor trauma para el recién llegado es la separación de la madre en el parto. Se llama movimiento interrumpido. El bebé se pone en total disposición a la vida cuando es recibido por la mamá, y ésta le da la bienvenida y acogida.
Cuando el movimiento es interrumpido, buscamos estrategias indirectas de nexo con los demás para suplir esa ausencia de madre.
En muchos casos proyectamos en la pareja esa dependencia, haciendo de una relación una convivencia maternopaterno/filial.
Para comprenderlo de una forma más simple, es como si pretendemos construir una relación sostenida por niños, la sanación viene dada cuando la relación es forjada por adultos.
El trabajo personal individual es descubrir donde se rompió el vínculo y que estrategia vincular indirecta desarrollamos para suplirlo.
Algo muy habitual en una relación “rota” de pareja, es la búsqueda de culpables; el ser humano, por defecto, se satisface creando a un culpable.
Lo cierto es que ninguno de los dos es el culpable, tan solo se trata de lealtades a nuestros ancestros. Estas lealtades se convierten en programas inconscientes.
Es muy importante sanar el vínculo con los padres ya que de esa manera es como aceptamos tomar la vida.